En ese momento cuando todo quedaba en silencio, la multitud abrio paso, sin dejar rastro, sin hablar, a lo lejos lo vi, y era él, solitario, casi un jugador, un ladrón, él tan solo un amante, mi amante, un hombre pocas palabras, de bajas pasiones, de frío corazón. ¿Cuántas tonterías nos contamos?, ¿Cuántas historia vacias?, no lo se, no importa, quizas era el momento de volar, era el momento de dejar llevarnos. De un instante a otro, me encontraba en sus brazos, arriesgandome en sus labios. Yo, una secustradora, lo tome, a él, al control, no era el momento de pensar, no pedia amor, no pedia compasión, tan solo pedia su cuerpo, su calor junto al mio, encontrarlo en mi cama, desnudo, tan solo para mi, para mis caprichos y apuros. Solo quería utilizarlo, para mis conveniencias, para sentirme condicionada, soez, para sentirme esa mujer, esa clase de mujer encaprichadan con el cuerpo, con el sexo, con la lujuría y en eso me había convertido. No era el momento de dudar, de dar paso atras, era el momento de salir, de intimar y de disfrutar. Él siguio mi juego, sin dudar, sin preguntar, no le deje, es mas no lo permiti, yo habia tomado el control, al igual que tome su ropa, su cuerpo. Llegamos a un departamente desconocido, una vez mas no me importaba, no era razón para preocuparse, la única razón válida en ese momento era el sexo, la pasión, sentirme viva, sentirme mujer. Una vez estando ahí, en su recamara, sabiamos lo que teniamos que hacer, deshacernos de esas limitaciones, despojarnos de tapujos, ropa e ideas triviales. Teníamos que ser nosotros, desafiar a la piel, a los sentimientos. Tan solo teniamos que seducir, y empezar a arriesgarnos.
Continuara...
Carolina