...y con mi lengua dibuje varias rutas desde su ombligo hasta sus pezones, que para ese momento ya estaban tan rígidos como los míos. Me segui hasta el cuello y termine besándolo dela forma más sucia que podia. Me sentía atrevida, totalmente caliente, explosiva, sensual, como nunca antes..... como nunca con mi marido.
El mantenia los ojos cerrados, disfrutando, y como un ciego, con las manos, buscaba aumentar mi placer acariciendo mi espalda y regresando una y otra vez a mis senos, los acariciaba frenética y delicadamente a la vez. Aflojé su pantalon y de inmediato introduje mi mano, mientras veía su cara de éxtasis. No se si me prendía mas ver su cara o sentir lo que tenia entre las manos. En un impulso, me deshice de mis jeans y comenzo a tocarme, poco a poco se recostó y me puse sobre él.
Giró su cuerpo y ahora yo estaba deliciosamente atrapada bajo ese cuerpo varonil y ardiente, desesperado por tenerme. Dejó de besarme por un instante, se quedó mirándome fijamente y ocurrió lo que tanto deseaba: en ese momento lo sorprendí, haciendo que me penetrara profundamente. Ahora ambos disfrutábamos mientras que el mundo se perdía afuera.
Se apoyaba con sus brazos en los escalones y comenzé a sentir como sus embestidas se hacian más rápidas. Senti un leve mareo, ese instante donde el resto del mundo desaparece y no importa, donde todo el cuerpo se estremece. Hubo un momento en el que el placer me invadía todos los sentidos.... lo tenía que hacer: grité con todas mis fuerzas, su miembro me penetraba una y otra vez rápidamente aumentando mi placer y màs cuando el decidió introducir su mano en mi entrepierna para hacerme llegar al éxtasis.
Sentí su respiración agitada, vi sus mejillas sonrojadas y unas gotas de sudor caían por su rostro para terminar su trayecto en mi pecho. Era increíble la forma en que eso nos unia.
Durante mucho tiempo nos deseamos, eran ya años los que habìamos estado deseando ese momento. Andrés dejó de verme, cerró los ojos y supe que se había venido. Lo sentí. Un ligero calor que me ardía pero me gustaba. Sin embargo no se salió, en mi estado de placidez, él decidió acariciarme nuevamente: se sentó en un escalón y me puso sobre él, intenté hacer algo, pero el me detuvo las dos manos con una suya y comenzò a lamer mis senos, mis pezones mientras que su otra mano seguía en mi entrepierna. No podía creer lo que sentía.
Andrés verdaderamente sabía complacer a una mujer. No me quedo duda alguna, lo que estaba haciendo no era un error. Cuando terminamos me abrazó un momento. Fue reconfortante sentir su brazo fuerte, musculoso, alrededor de mi. Finalmente, nos vestimos.
Me tomó de la mano y subimos a la recámara principal. A "nuestra" recamara, donde empezaríamos nuestra nueva vida juntos.
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