Carolina
Noches de Octubre Pt. II
Esa silla, la que nos pertenecia, la que nos mantenia en el juego, junto con la cama, el juego entre sus ojos y los mios, su manos y mis pechos, nuestra lujuria compartida y bulliciosa, esa que nos mantenia juntos el uno contra el otro, esa silla que nos permitia seguir en la batalla, el sentado tomandome por la fuerza, sin concentimiento ni pudor, las preguntas quedaron de lado, las palabras, solo nos restaban los gestos, los gemidos, las caricias y rasguños. Él no iba a permitir que todo terminara sin dar batalla, sin esa pausa ligera y fria, un tanto tormentosa, que mantuvo la calentura, el placer, la urgencia por ser suya, por terminar, en esa explosion maquivelica y vulgar que se avecinaba, primero me tomo contra la pared, besando mi cuello, mis senos, ese pequeño abismo entre ellos, donde guardo mis secretos y lascividades, bajando entre mis caderas hasta llegar entre mis piernas, donde se aferro a mi cintura, me levanto y embistio como un animal, donde se apodero de mis instintos e impulsos, para tomar el control, sin dar ordenes, donde el llevaba la pauta de ese obsceno placer que compartiamos; sin darme cuenta ya estaba contra el suelo, mi cabello jugaba con su rostro, alcance a notarlo, su ojos entrecerrados, su mandibula apretada y el cuello expuesto, su respiración habia alcanzado los limites de la inmoralidad y el deseo; mi cuerpo comenzaba vibrar, a descontrolarse, el fuego interno surgia por mi piel, me quemaba por dentro, sentía que pronto estallaría y él también, sus ojos lo delataban, gritaba en silencio, los segundos se tornaron eternos y placenteros, el tiempo se detuvo, mi alma quería escapar, desgarrar mi cuerpo y explotar, mi cadera tenía vida propia, me traiciono valientemente, mientras su cadera se alzaba y su manos viajaron hasta mis senos; comenzó el arrebato y el exceso, mutuo en sincronia, mis rodillas se perdieron entre el ruido, el grito y el placer, una corriente fria recorria mi espalda que subia hasta el cuello y se apoderaba de todo mi cuerpo, y el calor que él me invadia choco, sus manos recorrian mi espalda mi abdomen, apretaban mi pelvis, mientras él inrrumpía dentro de mi, su temperatura continuaba elevandose, su respiración paro, sus ojos se cerraron y sus manos descansaron, al final esa paz, armonia intervenida termino con nosotros, en un beso, que solo dos amantes comparten y callan en la obscuridad, entre gemidos y jadeos y miradas ofensivas. Yo decidi tomar mi ropa, vestirme en silencio, callando mis sentimientos, tome mis tacones, roce su mejilla con mis labios humedos y sali, en silencio.
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